Y Dios dijo a la mujer: "Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor."
(Génesis 3,16)
En el programa de televisión Cosmos de Carl Sagan que vi por primera vez a principios de los ochenta en el episodio número 2 "The Lives of the Star", empieza con la narración de una historia épica, el clan Heike que gobernaba a Japón, el emperador Antoku de 7 años de edad, su tutora la Dama Nii, abuela de éste y la sangrienta guerra con los Genji que reclamaban el trono adjudicándose también derechos ancestrales sobre éste. La batalla decisiva se desarrolla el 24 de abril de 1185 en Danno Ura en Mar Interior del Japón, donde los Heike fueron superados y los guerreros samurai, al ver que su causa está perdida, deciden adentrarse al mar y morir ahogados. La Dama Nii no quiso ser capturada y cuenta la leyenda que tomó al emperador, subió a una balsa y partió al mar. Antoku le pregunta sobre esto y ella sólo lo consuela. El niño une sus manos, mira al este para despedirse del dios Ise, luego al oeste para rezar al Buda Amida. La Dama Nii lo toma en los brazos diciendo "en el mar está nuestro reino" y ambos desaparecen bajo las olas.
Los Heike casi desaparecieron de la historia, sólo sobrevivieron 43 damas de honor de la corte imperial que tuvieron que vender flores y favores a los pescadores del lugar de batalla. Estas mujeres y su descendencia crearon un festival para conmemorar la batalla y hasta la fecha, cada 24 de abril, se congregan en Kama, en el mausoleo de Antoku, el emperador ahogado de 7 años de edad, para realizar una ceremonia en conmemoración de la vida y muerte de los guerreros Heike.
Pero en esta historia hay una curiosa posdata. Los pescadores dicen que los guerreros Heike aún rondan el fondo del Mar Interior. En forma de cangrejo. Y es cierto que éstos tienen curiosas marcas en los dorsos que asemejan rostros humanos, con el ceño agresivo como el de un samurai del Japón medieval. Los cangrejos Heike no se comen, se devuelven al mar rememorando los tristes hechos de la batalla del Danno Ura.
De aquí la narración a cargo del mismo Carl Sagan explicando cómo es que se ha logrado llegar a tener cangrejos con tan caprichosos diseños en el caparazón. Los cangrejos simples se consumen como alimento y aquellos cuya caparazón se asemeja a un rostro humano son devueltos al mar para seguir procreándose y ser catalogados por los pescadores. Y así continuará la selección artificial de estas criaturas, depurando la forma, generación tras generación, hasta lograr la fidelidad de dicho diseño, con el rostro del samurai.
Desde niño esta historia me causó una gran duda cuando en la escuela me hablaron de Charles Darwin y de la supervivencia de algunas especies a través de la selección natural: si a través de una selección artificial podemos interferir en la evolución de una especie, como sucede con la labor de los pescadores del Mar Interior del Japón, ¿cuáles son los efectos de la selección artificial de la especie humana, en tanto que por razones humanísticas y gracias al conocimiento y la ciencia, impedimos la muerte de seres humanos que, de estar sujetos a las fuerzas de la selección natural, perecerían?, ¿estaremos interfiriendo en la depuración natural, tal vez necesaria, de nuestra información genética?, y, por otro lado, ¿cuántos personajes con importantes aportaciones a la ciencia, artes, política y otras ramas, no hubieran existido de haber estado sujetos al proceso de la selección natural?
En el libro "los Dragones del Edén", también escrito por Carl Sagan, a mi juicio, se hace una de las analogías más emocionantes sobre las especulaciones en torno a la evolución. En los primeros capítulos, Sagan describe etapas de la evolución de los cerebros de los vertebrados y se concentra en el momento en que crecen de forma acelerada las cortezas y con esto el volumen craneal, dando lugar a la posibilidad del razonamiento abstracto o tal vez a partir de este suceso. Este importante evento contrapuesto con el promedio de velocidad de la evolución o adaptación general de las especies, hace que el ser humano sea la única especie que experimenta sufrimiento en el momento del parto. Por lo que se plantea una reflexión o tal vez una analogía, con las consecuencias de comer del fruto del árbol de la vida y el conocimiento, ejemplificadas por la adertencia: "darás a luz a tus hijos con dolor" (Génesis 3,16).
"A la Salida del Edén " es un conjunto de obras en las que de una u otra forma hay una aproximación a esta cuestión, como suceso o como metáfora. Es un espacio de asociación, no una alusión literal. Planteando una pregunta o respondiendo a otra, algunas cuestiones que nos han rondado siempre: ¿Quiénes somos?, ¿Qué estamos haciendo de nosotros mismos?, ¿De qué nos alimentamos?, ¿Por qué estamos o no satisfechos?, ¿Hacia dónde vamos, con quien?, ¿Contra quién o qué competimos?, ¿Qué esperamos, en donde? Nuestras debilidades, vanidades, miedos, destino, vicios, fantasmas, fantasías… ¿Se nos olvidó o pasamos por alto algo? En términos de este asunto de la evolución y considerando el hecho de que por naturaleza temporal tenemos sólo un camino, hacia adelante, me pregunto (a ojos de algunos, una preocupación posiblemente injustificada) si lo estamos haciendo bien, ya que no tenemos, hasta ahora, la posibilidad de preguntarnos: "¿voy bien o me regreso?", como sugiere la frase coloquial. En este caso habríamos de conjugar y preguntarnos, en plural: "¿vamos bien?" A final de cuentas, ya estamos a varios millones de años de la salida del Edén. Sólo me resta decir al ser supremo que en el Génesis condenó a Adán y Eva --y por ende a todos nosotros según el cristianismo-- por haber comido del fruto prohibido de la vida y el conocimiento, algo así como " Oh Dios, al final solo tú podrás juzgarnos".
Miguel Rodríguez Sepúlveda (MIKEDCA)
México DF Marzo de 2006
sábado, julio 29, 2006
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